jueves, 20 de mayo de 2010

Ese día amaneció gris



Ese día amaneció gris. Nada más despertar, supo que algo no iba bien… el sonido de los coches por la ventana no le había despertado esa mañana. No oyó el despertador. Tampoco el sonido de la radio de su vecino que tantas veces le hacía salir de sus sueños… Por no escuchar, tampoco la había escuchado a ella ducharse… el agua caer… ese sonido sí que le tranquilizaba… y también el sonido de la tostadora que, parecía que enfadada, expulsaba las tostadas con furia cada mañana… No se explicaba por qué ese día el mundo amanecía en silencio, parecía triste. Se levantó corriendo para mirar la hora: las diez y cuarto de la mañana… ¡vaya! Se le había hecho tarde para su cita habitual en el trabajo. Aún así, todavía le daba tiempo. Veloz como un rayo saltó de la cama, se vistió con el traje que encontró en la silla y salió sin desayunar a la calle. Era tal su prisa que no reparó en que el mundo parecía tener mucho menos ruido que el habitual… Irrumpió en la oficina como cada mañana, pensando en la de cosas que tenía por hacer ese día, una dura jornada de entrevistas, reportajes, estudios… Saludó a su secretaria. Qué raro, ella parecía no estar de buen humor, su sonrisa perenne esta vez no apareció y no le contestó. Decidió ir a su despacho y escuchar su canción favorita para empezar el día con mejor pie. Aquella canción le recordaba tiempos mejores, le traía sonrisas que una vez fueron su rutina, le hacía pensar en su pelo, en sus manos… No podía dejar de escucharla. Cuál fue su sorpresa cuando aquella mañana la canción no sonó… aquel día el silencio se había adueñado de toda la ciudad. No pudo evitar que una lágrima recorriera su mejilla.