miércoles, 27 de enero de 2010

Noche de verano

Realmente se conocieron en verano. Ellos, sólo ellos dos. Sus bocas se fundían en una misma mezclando el azúcar, el alcohol y las luces de colores típicas de las veraniegas noches de feria. La noria de fondo, dibujando sonrisas en los rostros de niños ilusionados, haciendo que padres ya cansados de ahorrar en sus vidas se llevaran las manos al bolsillo por la satisfacción de que esas sonrisas duraran un rato más, lo que dura otra vuelta de noria o quizás otro golpe inocente en los coches de choque… si todos los golpes fuesen así… Mientras tanto ellos seguían, se saboreaban, se disfrutaban. No eran conscientes de que el verano pasaría y de que después todo sería distinto, pero quizás eso tampoco importaba en esos momentos. La única preocupación que tenían los dos amantes en ese instante era la de no abrir los ojos si no era para mirarse, no separar sus labios si no era para regalarse palabras que quedarían en el recuerdo, no separar sus manos, ni sus brazos. Ni tan siquiera dejaban que se alejasen sus pies, que se enredaban con dulzura marcando el camino a seguir. Ambos amaban la música, la amaban con tanta pasión que quizás era por eso por lo que los latidos de sus corazones, acompasados, marcaban un ritmo sonoro y alegre que danzaba por entre sus besos y se colaba en la multitud. Esa multitud que estaba tan cerca y a la vez tan lejos. Esa multitud cargada de risas, de aire festivo, de colores y sonidos, de alcohol, de locura y de alegría quedaba aparte cuando la música de los jóvenes ahogaba el estruendo a su paso. Quietud, tranquilidad, una mano que avanza más de lo que debía, pieles que se rozan y se conocen, juegos inocentes y alegres que llenan de magia una noche de verano.




No hay comentarios: